jueves, 12 de enero de 2017

Dios envió a su Hijo unigénito (1 Juan 4)// Viviendo en el Espíritu (Rom...



PARTE 1

Dios envió a su Hijo unigénito

9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.

10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.





PARTE 2

Viviendo en el Espíritu

8  Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

4 para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.

6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

jueves, 5 de enero de 2017

Dios envió a su HIJO (Gálatas 4)//El pecado que mora en mí (Rom.7)



PARTE 1 Dios envió a su HIJO (Gálatas 4)



Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.



PARTE 2 El pecado que mora en mí



7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.

8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.

9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.12 De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.